lunes, 28 de mayo de 2018

De Sol y Sombra - Desde Cantahuaycho a Pucará

Bitácora de Viaje 20 / Mayo / 2018

Mi amigo me dijo: Caminata de nivel fácil, genial para volver o iniciarse en el mundo del trekking.  Así que yo dije: “¡Vamos!”

La idea de la ruta del día era empezar a caminar en el pueblo de Songos, llegar a Linday, luego a las ruinas de Cantahuaycho para terminar en la cascada Pucará y volver a Songos. Round-Trip, más o menos 7Km bien caminados.

Es así que luego de tomar desayuno y abastecernos en Chosica, nos dirigimos al paradero de la calle Arica, desde donde salen los autos con dirección a San Mateo.  Íbamos conversando los dos, muy tranquilos, cuando una madre jovencísima (con dos peques), después de habernos visto e identificado como “trekkeros”, inicia la siguiente conversación:
  • Ella pregunta: “¿A dónde se van?”.
  • Respondimos: “Nos vamos a Songos, vamos a hacer una caminata desde ahí hasta Cantahuaycho luego a Pucará y a Songos nuevamente”.
  • Ella nos mira, piensa y dice: “Yo soy de Songos… y ¿se van hasta Cantahuaycho y de ahí a Pucará?... Aaasssuuuu… Es una ruta larga, van a regresar como a las seis de la tarde” – sentenció.
  • Inmediatamente giré con la mirada sorprendida y preocupada hacia Alan y le dije: “¡¡¿Queeé??!!! Pero tú me dijiste caminata básica…”
Con esta preocupación en mi cabecita (pues estoy aún volviendo a las andadas), seguimos conversando con la joven madre que nos contaba acerca de su vida entre Lima y Songos y de algunas costumbres que se habían perdido y también ganado a lo largo de los años1.

Llegamos al conocido arco de Songos donde empezamos a caminar con dirección al pueblo de Linday.  De entrada nomás se ve que la gente ha aprovechado la única ruta de ingreso para ofrecer comida y productos de la zona (chirimoya, palta, truchada, etc).  Me llamó la atención también que todo esté bien señalizado (flechas, cartelitos, piedritas pintadas).
Conocido arco de Songos - Altura del Km. 63 Carretera Central.
La población de Songos ha sabido sacar buen provecho comercial por la afluencia de visitantes.
Luego de pasar la garita de seguridad2, empieza la caminata, y como nada bueno es fácil para un peruano; hay que empezar subiendo, subiendo y seguir subiendo.  “Alan, aquí hay otro caminito” – “Nada, por ahora todo es para arriba” – me anunciaba mi amigo-guía.
Todo para arriba.
En el camino, te encuentras no sólo con hermosas flores de todos los tamaños y de todos los colores (ay, me salió en rima), sino que también te encuentras con pobladores amables.  Una parejita de ancianos con su perrito que venían en sentido contrario se detuvieron a preguntar: “¿A dónde se van, a Linday?”  Nosotros respondimos que sí, a lo que el señor nos dijo: “¡Ah, qué bueno, qué bonito”, y dijo las palabras mágicas: “Ya les falta poco, una vueltita más nomás y de ahí todo es plano hasta Linday.  “¡No!” – pensé, pero así lo dijo el señor y se despidió con una sonrisa.  Traducción: Significa que falta un montón, que sigue subiendo y que es plano, pero plano inclinado hasta Linday.
Hermosas flores de distintos tamaños y colores adornaban aún el camino.
La época "seca" todavía no tiñe de amarillo.
Hacía muchos años que no caminaba por esta zona, así que no recordaba bien cuánto más faltaba subir, pero sí recordaba cómo era el pueblo de Linday, así que fácilmente lo reconocería en cuanto llegara.

El dios Sol, “El Gringo”, ya estaba sobre nosotros o muy cerca de estar sobre nuestras cabezas, matando las sombras, calentando la tierra, las rocas del camino, a nosotros mismos, haciéndonos sudar copiosamente y esperando el siguiente gran árbol que nos pueda dar sombra y refresco.
Confirmado por mi amigo Alan, es una piedra reponedora.
Luego de varias curvas, encontré una flor linda para tomarle una fotito y de repente “¡guau!” Un firulais lindo, precioso y lleno de energías se nos acercó para darnos la bienvenida al pueblo de Linday.  Yo me derretí por Firulais y vi con alivio las banquetas con sombra del pintoresco pueblo de Linday.

Firulais.
Linday es inconfundible.  Sus casas están construidas como en gradería a los lados de un ancho camino principal.  Noté que todas estaban cerradas con candado y no había nadie cerca.  No sé si es su ubicación, el emplazamiento, la calma o sus altos escalones, pero Linday es única ciertamente.
Apacible casa en el pueblo de Linday.
De repente Alan me señala a un pequeño amigo, un colibrí tomando néctar de unas flores.  Inmediatamente saqué mi cámara, pero esta pequeña ave es tan rápida que se me escapa.  Entonces, nos vamos a la banqueta, frente a un jardín, cuando de repente algo veloz pasó por éste, escuchamos un aleteo y un sonido particular, luego ya no era “algo”, más bien eran dos “algos” voladores… Eran dos colibríes grandes, uno como ahuyentando a otro. Parecían de la misma especie, ambos tenían la espalda verde tornasolada, brillante a la luz del sol.

Al parecer, ese jardín tenía dueño y cada vez que otro colibrí venía, el dueño del barrio se acercaba desde una rama próxima y lo ahuyentaba como diciéndole: “¿tú qué te crees? Este es mi barrio, vete, vete”.  Fue un descanso muy divertido.

El jardín del más bravo.
El más bravo.
Luego de refrescarnos y comer algo, Alan apuntó hacia unas rocas salientes, indicándome que ahí se encontraban las ruinas de Cantahuaycho… obviamente, apuntó hacia arriba.
Seguimos, todo para arriba.
El Centro Arqueológico de Cantahuaycho es un conjunto de edificaciones de piedra, bajitas, preincas, que se presume eran utilizadas para guardar granos, para preparar alimentos o para resguardar armas y utensilios.  En las zonas adyacentes a este cerro existen otras ruinas (Huacapune, Mitowayabo y Kotogentile) – las que serán materia de otra aventura exploratoria :)
Una semejanza que encontré entre el centro arqueológico y la zona de Linday,
es que las construcciones se encuentran escalonadas… ¿interesante, cierto?
Estuvimos admirando la gran vista que se tiene desde este punto, habíamos subido casi 850 mts según nuestras mediciones y se podía ver hasta la Carretera Central.  Silencio, paz y buena compañía.  Firulais se había comido casi todo mi sándwich y era divertido jugar con él.  Tomamos agua, pues el sol había hecho que nos deshidratemos y luego de un descanso procedimos al siguiente destino, la cascada de Pucará.
Firulais después de comerse mi sándwich.
Según entendí por la ruta que seguiría, si las ruinas estaban en la punta del cerro, la cascada estaba al fondo de la quebrada, es así que los 850 mts que habíamos subido, tendrían que ser descendidos, ¡auch!

Volvimos por el mismo camino hasta Linday, donde pasamos por el barrio del colibrí más macho que he conocido hasta hoy y tomamos un camino medio oculto por la frondosa vegetación.  Este camino nos llevó hasta el fondo de la quebrada literalmente.  Como callejón sin salida, llegamos hasta una piedra grande que apenas si tenía un incipiente caminito y “clin”, listo, estábamos del otro lado, en el siguiente cerro, al otro lado del charco, en el otro distrito, al frente, de Ate a la Molina… espero se entienda la idea, jejeje…

Conforme avanzamos se formó un camino estrecho y no tan marcado.  Fuimos bajando y de repente había menos sol, más sobras y hasta caminitos húmedos o con barro que hubo que pasar por piedras inestables.

Encontramos incluso cercos.  Aquí mi buen amigo haciendo "eye-scanning" para pasar.
El fondo de la quebrada ya está cerca, se escucha el sonido de la caída de agua y se ve la corriente que desemboca en el río.  El ambiente de esta zona es más fresco que en las ruinas. Es así que luego de una bajadita estrecha y zigzagueante, llegamos a la ladera de la corriente y en unos 100 metros más, la cascada de Pucará.
Ahora, llegábamos al fondo de la quebrada.
Es una cascada pequeña, es, en realidad, una caída de agua de unos 5 o 6 metros; pero la encontré refrescante, buenísima para después de una larga caminata.
Ya falta poco :)
Refrescante Cascada de Pucará
“¿Qué hora es?” - Le pregunté a Alan. “Son las 2:30 pm” – respondió. “Jaaaa… es que somos Camycanes, pues, qué más podría ser”.

1. Todo pasado fue mejor
Nos contaba la señora que el fuerte huayco que pasó por esta zona en el año 2017, afectó mucho del atractivo turístico de la zona de Songos y Linday.

Luego de realizar esta ruta, le puedo dar la razón a esta pobladora; sin embargo, lo que llamó aún más mi atención fue la cantidad de basura que encontré en la ruta, así como la cantidad de gente que viene por agencias que no tienen las medidas de seguridad idóneas.

Si vas a hacer alguna ruta, recuerda por favor, la naturaleza no necesita tus desechos, sólo necesita que la visites, la disfrutes y, si puedes, que la dejes más bonita de lo que la encontraste.  Si encuentras basura en la ruta, recógela, tu granito de arena, vale mucho.

Si te apuntas a alguna excursión que implica el uso de EPP (elementos de protección personal), verifica a la agencia con la que te apuntas, verifica la calidad de los materiales que ofrecen, pues tu vida es valiosa y única.

2. Ingreso
El derecho de ingreso a todos los atractivos turísticos de la zona es S/3.00 Soles por persona.  Te brindan un ticket de ingreso, no lo pierdas :)